Aunque la vida de Bárbara Pedraza no ha sido fácil, ya que a los 14 años y por diversos problemas familiares llegó a la Residencia Ciudad del Niño-Puerto Montt, seis años después y ad portas de convertirse en Técnico en Turismo, la joven hace un positivo y esperanzador balance de su experiencia en el programa.
“Estar aquí ha sido fundamental en mi vida. Si no hubiera contado con este apoyo, no habría llegado donde estoy. Haber vivido aquí me define como persona”, señala Bárbara, agregando que el paso por la Residencia le ha significado un “cúmulo de sentimientos y aprendizajes”.
Habiendo permanecido durante toda su adolescencia en el programa, la joven se define como una persona con ganas de superación, responsable, segura y orgullosa del proceso que ha enfrentado para ser feliz y para revertir las situaciones vividas.
Con su dulce mirada, Bárbara no duda en el concepto para describir a quienes la han acogido y acompañado por tantos años: profesionales, cuidadoras y sus pares del programa. “Siempre serán mi familia, la que -como todas- tiene miembros diferentes: desordenados, mateos, correctos… La diferencia es que tenemos la suerte de contar con muchas mamás”.
Al referirse a las educadoras de las niñas y jóvenes que residen en el programa, agrega: “En mi vida no estuvo presente mi madre biológica, pero Dios me envió a muchas en su lugar. Es a ellas a quienes les debo parte de lo que soy y por las que quiero llegar muy lejos para que algún día podamos llorar, ya no por los problemas, sino de alegría”.
Bárbara recuerda los desvelos de las cuidadoras para que las niñas y jóvenes hicieran las tareas, usaran bien sus uniformes y cumplieran con sus labores cotidianas. Gracias a esos cuidados, dice, aprendió a ponerse en el lugar de los otros y a apreciar los consejos. “Entendí que la preocupación y los regaños son amor puro, y que todas las personas, aunque no lo planeemos, nos entrelazamos con afecto de verdad, ése que se expresa con una palabra, una sonrisa o un abrazo”.
A la luz de su experiencia, la joven también tiene consejos para aquellos niños, niñas y adolescentes que puedan estar enfrentando situaciones difíciles. “Es importante tratar de mantenerse fuertes y dejar que los ayuden y guíen en el proceso. No derrumbarse -casi todo en la vida tiene una solución- y siempre perseverar”, dice.
Su mirada optimista y esperanzadora también se refleja en sus proyectos y aspiraciones: “Hay cosas de mi vida que no puedo cambiar, pero sí puedo construir desde lo que está. Por eso sé que a futuro quiero tener un trabajo para sustentarme y tener una casa para vivir con mis hermanos y ofrecerles el cariño y amor de una familia y la oportunidad de crecer, aprender y construir juntos”.
Bárbara tiene claro que para materializar sus sueños, tendrá que complementar sus estudios con nuevas herramientas, como el aprendizaje de inglés, pero está resuelta a alcanzarlos, porque además de amar a sus hermanos y de disfrutar del saber y aprender, se siente muy agradecida de la vida y deseosa de que su historia pueda servir a otros.