El pasado 8 de noviembre, en el auditorio de la Universidad San Sebastián en la ciudad de Puerto Montt, se desarrolló el IV Seminario de Fundación Ciudad del Niño, cuya temática principal fue reflexionar respecto de los desafíos y políticas públicas en relación al fenómeno de la niñez migrante en nuestro país.
Las presentaciones estuvieron a cargo de diversos exponentes como Cristian Altamirano, quien nos invitó a reflexionar sobre el desafío que significa para una persona el cambiarse de país y construir una vida en un lugar con códigos socioculturales diferentes. Nos describió también lo que implica una “trayectoria migratoria”, para ilustrar las crisis familiares, las ilusiones y expectativas previas que tienen las personas al momento de tomar la decisión de migrar.
También presentó Isaac Ravel, español de origen catalán, quien nos interpeló como profesionales al desarrollo de metodologías participativas desde y con los propios niños, de modo que el debatir sobre niñez migrante no sea sólo un acto del mundo adulto céntrico.
En este sentido, fue destacable la presentación de Francisca Gómez, Jefa del Departamento de Estudios de Fundación Ciudad del Niño, que tuvo como principal hito “El viaje de Kelmy”, libro desarrollado desde los propios relatos de niños de diferentes países acerca de su experiencia de haberse cambiado con sus familias a Chile, ir al colegio, entender los modismos, hacer nuevos amigos, etc.
Sin embargo, una de las presentaciones que más atención y aplausos obtuvo fue la de Pierre Médor, de origen haitiano. Comenzó haciendo que cerráramos los ojos e imagináramos ¿qué se nos viene a la mente cuando decimos Haití?
Las respuestas fueron pobreza, negros, terremoto. Y espontáneamente, nos dimos cuenta de los prejuicios como país de acogida con los que observamos al pueblo haitiano.
Pierre Médor nos explicó que para entender a un otro es necesario comprender los marcos referenciales culturales, interesarnos por la cultura e historia de un pueblo distinto al nuestro, desmarcarnos y hacernos cargo de nuestros propios prejuicios, lo que es sin duda el principal desafío para cada uno de nosotros.
Por un momento detengámonos y empaticemos en lo que significa para un inmigrante haitiano el hecho de “mwen sonje fanmi mwen” (extraño a mi familia), “mwen se ayisyen” (yo soy haitiano), que afirma su identidad y subjetividad, y mwen bezwen al lopital (necesito ir a un hospital), que da cuenta de la necesidad de satisfacer aspectos tan básicos como acceso a la salud, educación, vivienda, entre otros.
El idioma es la principal barrera que nos cierra las puertas para comunicarnos entre ciudadanos haitianos y chilenos. El contacto humano no solo pasa por aprender español o kreyòl. Es la disposición al encuentro, es un desafío que se da en muchos ámbitos de nuestra sociedad, es en definitiva la aceptación de la diferencia y a afrontar las dificultades de integrarnos en una sociedad fragmentada y desigual.
Comprender este fenómeno es un acto de responsabilidad ética para los organismos que trabajamos en infancia, puesto que implica acogerlos con los brazos y corazones abiertos.
Como contexto, usted sabía que:
Haití fue arrasado en su población aborigen con la “colonización” española (Cristóbal Colón estuvo en Haití en sus primeros viajes) y logró su independencia de Francia el 1 de enero de 1804 (de quien era colonia) cuando fue declarada una república. Se debió pagar una deuda en oro a Francia que demoraron décadas en cancelar.
El país estuvo bajo la dictadura de Francois Duvalier, conocido como Papa Doc, entre 1956 y 1971. De lo anterior, podemos ir generando algunos puntos de unión como nación, conectando nuestras experiencias como pueblo y comprendiendo las construcciones de sociedad del pueblo haitiano, que en algunos sentidos es similar a nuestra propia historia.
Por otra parte, Haití tiene playas paradisíacas y fue por muchos años el principal atractivo turístico del Caribe. Es el tercer país más grande en el Caribe, tras Cuba y República Dominicana, y comparte la isla de La Española con este último país.
Finalmente, Pierre Médor, orgulloso de su tierra, nos explica que fueron los primeros en el mundo en abolir la esclavitud negra. Su lengua kreyòl surge del intento de incomunicar a los esclavos africanos que traían los colonos franceses, ya que los elegían de distintas tribus, y de la resiliencia de los mismos haitianos por comunicarse y generar cultura, uniendo los dialectos de las distintas tribus, más el francés.
En consecuencia, declarémonos ignorantes del otro diferente, abrámonos al encuentro genuino y curioso de compartir nuestros orígenes. Valoremos nuestras y vuestras historias familiares, históricas y culturales. Quizás así, imagino, el debate respecto de la migración puede entrar en una dimensión humana.
Ignacio Bravo Bustos
Director Programa de Reparación del Maltrato
Fundación Ciudad del Niño Isla de Maipo