Autor: Claudio Andrade, investigador Departamento de Estudios Fundación Ciudad del Niño.
Diversos medios de comunicación, la opinión pública y expertos se refieren a los “Niños del Sename” dando por entendido que, quien recibe una prestación de parte de la institucionalidad estatal, queda coaptado por la misma al recibirla. En dicho sentido, tendríamos que asumir que al acceder a una prestación del Estado, tendríamos que ser denominados por el servicio que recibimos en dicho momento, denominándonos “adultos del Senama”, “adolescentes del Injuv”, por ejemplo.
Lo señalado, si bien puede parecer una simple utilización errada del sujeto, oculta a mi entender, la lógica profunda del sistema tutelar anclada en nuestra cultura respecto a la infancia en situación de vulnerabilidad. Lo señalado, deja traslucir una visión que resta protagonismo a los niños, jóvenes, familia y comunidad para afrontar situaciones familiares complejas, las cuales innegablemente requieren un apoyo profesional especializado para afrontar con mejores herramientas los desafíos del día a día, pero no podemos por ese hecho desconocer el principio de autonomía y desarrollo progresivo consagrado en la Convención de los Derechos del Niño.
Transcurridos 25 años de la ratificación de la Convención, aún tenemos el desafío de comprender que la autonomía y corresponsabilidad no refiere solo al conjunto de normas que lo expresan, sino que implica en la cotidianidad, creer efectivamente en los recursos y capacidad de cambio de las familias para enfrentar las problemáticas por las cuales reciben atención de programas especializados. Todos los días vemos casos de niños, niñas y adolescentes junto a sus familias que, con apoyo de nuestros programas, han podido transformar sus vidas. Por tanto, enfrentamos un desafío específico, una invitación a creer en el potencial y recursos de familias y comunidades, solo así podremos abandonar en nuestra cotidianidad la visión estigmatizadora y determinista de los mal llamados “Niños del Sename”.