Es sabido por todos nosotros, la relevancia que tiene el enfoque de Género en el desarrollo de las políticas públicas, y en especial en la ejecución de diversos programas de la oferta del SENAME. Ahora, ¿Qué reflexiones surgen en el trabajo directo con NNA y sus familias desde un enfoque de género?, ¿Basta con tener equipos mixtos de trabajo en donde se hagan presentes las dos miradas? ¿Se hace relevante estar atento a nuestra propia historia personal respecto a nuestras figuras femeninas y masculinas familiares? Nuestro programa ha pasado por las diversas preguntas, y el objetivo es compartirles nuestras reflexiones y acciones en torno al tema.
Una primera dimensión concreta, es la incorporación de esta variable en la etapa diagnóstica, pero ¿qué implica esto? significa mirar, qué dimensiones asociadas a los roles de género, comportamientos culturales, pudiesen estar presentes en una organización familiar, y promuevan a la base relaciones desiguales en donde se dé una justificación de comportamientos abusivos, y/o de poder, por ejemplo, hacia “la mujer”. Ideas como: “Si no le pasó nada a la niña, sólo la tocaron.”, “la mamá debe acatar lo que diga el papá., por ser el hombre de la casa”; resulta entonces necesario “identificar”, para luego poder ayudar a “flexibilizar” (reformular los roles genero).
Otra área refiere al género como dimensión de identidad personal, por ejemplo: ¿cómo un NNA ha construido su identidad de género en su historia personal? ¿Cómo se han alterado en una niña los límites del cuerpo y su sentido de intimidad? ¿Sentirá que por ser mujer debe aceptar ser transgredida? ¿Creerá un adolescente que por ser hombre, debe negar su sentimiento de vulnerabilidad e invasión? ¿Pensará ese adolescente que una secuela de su experiencia es ser homosexual?
Dentro de las dimensiones de género, nos ha hecho sentido lo desarrollado por Caroline Sinclair y Josefina Martínez, las cuales nos han hablado de: “el dolor invisible de los Niños Varones, las victimas olvidadas del abuso sexual”, dando cuenta que las secuelas de la experiencia de agresión sexual, Si tienen matices respecto a si son niños o niñas quienes la sufren. A partir de ello, nos hemos ido preguntando, ¿cómo se da la traumatización masculina? Pareciera ser que la victimización masculina, se opone a la Construcción Social de la Masculinidad, la cual se centra en el poder, “pedir ayuda es de débiles, los hombres deben arreglárselas solos”, anulando las emociones, “los hombres no lloran”, “el abuso sexual no es un tema que deba ser abordado por los padres”.
Lo anterior resulta relevante, porque nos hace construir intervenciones dirigidas a abordar estos aspectos, y a identificar en el espacio de terapia, o de familia, concepciones asociadas a la experiencia particular de cada NNA respecto a la construcción de su sufrimiento. Junto con ello, nos llama a desmitificar y revisar nuestras propias concepciones personales, desde elegir “la plasticina azul para los niños, y las escarchas rosadas para las niñas”, hasta, “desmitificar el sufrimiento de los padres (varones) en torno a lo que sienten respecto al hecho de que uno de sus hij@s haya sido agredido sexualmente”.
Ligado a lo anterior, nuestro centro ha realizado talleres con hombres –“padres en donde uno de sus hij@ ha sido agredido sexualmente”- y nos hemos llevado sorpresas, ¿que hemos visto?, “que lejos de ser indiferentes, los papás se sienten culpables por no haber protegidos a sus hijos”, junto con ello, “resulta que Sí les interesa participar de la terapia, y Si necesitan ayuda en acomodar y organizar su rol de padre, luego de la agresión sexual”.
Reflexionar en torno al Género, nos parece un terreno sin fronteras aún, que lejos de estar acabado, nos llama a poder conversarlo constantemente en los equipos de trabajo, dado que la sociedad ha cambiado y seguirá transformándose. Finalmente, nosotros como actores sociales también cambiamos, y desde ahí, el desafío es que nuestra propia concepción de género sea un aporte a la recuperación de los NNA y sus familias.