Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) son consideradas en la “sociedad del conocimiento” en que vivimos, un elemento fundamental para el crecimiento y desarrollo humano. En dicho contexto, las Naciones Unidas ha declarado a internet como un bien básico, observándolo como una herramienta de igualdad y equidad respecto a las desigualdades sociales.
Los impactos positivos de la conectividad a internet y las tecnologías se relacionan con el crecimiento económico, reducción del desempleo, creación de empresas, índices de innovación y sofisticación, mejoras en educación y reducción de la desigualdad social. Debido a los avances en las aplicaciones y servicios basados en Internet, es preciso ir más allá de las políticas para masificar su acceso, las que, sin perder su relevancia, deben concebirse en un contexto más integral y con una visión de futuro que considere el impacto del mundo hiperconectado en la economía global (World Economic Forum, 2012, Cepal, 2013).
Chile ha comenzado a transitar hacia una economía del conocimiento, debido a las tecnologías de la información y la comunicación que cumplen un rol cada vez más relevante en la transmisión del mismo. Según estimaciones de País Digital, el 70% de la población ha accedido a internet. Es decir, alrededor de 12 millones de personas. Esta cifra contrasta con el 64% que hacía uso de esta plataforma en 2013. El país presenta altos niveles de utilización de la red, cercanos a los países de la OECD (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), donde el promedio asciende a más de un 80%. A nivel interno, cabe destacar la diferencia generacional entre los jóvenes con un 97% de uso de internet, respecto a los adultos de entre 65 y 74 años con sólo un 24%.
Sin embargo, la alta tasa de penetración de las TIC y el acceso masivo de las personas a estas no asegura su aprovechamiento para la ampliación de las capacidades de la población, cuestión que aún es limitada. El informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, “Las nuevas tecnologías: ¿un salto hacia el futuro?, señala que “más allá de los usos básicos, no se han extraído suficientemente los beneficios que tiene para el desarrollo humano la extendida plataforma tecnológica con que ya cuenta el país (PNUD, 2006).
Lo señalado da cuenta de los resultados de la segunda aplicación nacional del SIMCE TIC (2013), los cuales indican que “los estudiantes han logrado las habilidades necesarias para comunicarse con sus pares y buscar información en medios digitales. Sin embargo, las habilidades cognitivas más complejas que implican el procesamiento y generación de información son logradas por un porcentaje muy menor de los estudiantes”.
De acuerdo a los resultados generales del SIMCE TIC, un 46,9% de los estudiantes se encuentra en un nivel inicial; un 51,3% en nivel intermedio y sólo un 1,8% en nivel avanzado. Al analizar las cifras por grupo socioeconómico (GSE), el 71,4% de los estudiantes del segmento más bajo está en nivel inicial, mientras que sólo un 11,6% del estrato más alto se sitúa en esa etapa.
En este sentido, es posible dar cuenta del impacto de las brechas socioeconómicas en el desarrollo de las habilidades TIC, aumentando la proporción de alumnos con mayores progresos en esta materia a medida que el GSE es más alto. Respecto al tipo de establecimiento educacional, los colegios municipales presentan indicadores más bajos que los subvencionados y privados, encontrándose el 65% de sus estudiantes en el nivel inicial, en comparación al 38% y 9% de los otros planteles, respectivamente.
Estos datos nos hacen preguntarnos si estamos frente a una nueva expresión de la desigualdad y o de la vulnerabilidad. De ser así ¿qué impacto tendrá en los niños, niñas y adolescentes? ¿cuáles serán o son sus expresiones?. En este sentido, como país debemos encarar la necesidad de desarrollar en los NNA las competencias y habilidades indispensables para desenvolverse en la sociedad del conocimiento, reduciendo con ello los niveles de desigualdad y potenciando el desarrollo humano.