Para la mayoría de nosotros, ver reflejado en la voz de los niños, niñas y adolescentes víctimas de agresiones sexuales los diferentes avances o logros que realizan, significa volver a maravillarnos, recobrar un sentido de valoración de lo que realizamos día a día y tener la posibilidad de palpar la belleza de la recuperación de un otro. No son muchos los espacios que tenemos para detenernos y observar, por ejemplo, el proceso de recuperación de un niño y su familia.
En este sentido, nos parece valioso aprender a escuchar y descubrir de qué manera van logrando superar su experiencia. ¿Cómo se da este recorrido? ¿qué lugar tienen los adultos significativos en ese proceso? ¿qué lugar tenemos nosotros?
Boris Cyrulnik* refiere que “en el pasado fue necesario evaluar los efectos de los golpes. Hoy en día es preciso analizar los factores que permiten que un determinado tipo de desarrollo se reanude”. Desde nuestra vivencia como PRM Ciudad del Niño-Maipú, conocer cómo un ser humano reanuda su desarrollo, va más allá de un aspecto semántico, y/o motivador en torno a abandonar el concepto de reparación” por su simbolismo de “objeto dañado, carente de recursos, o idea de arreglo”.
Creemos que no se trata sólo de poner el acento en los recursos del niño, sus derechos, su comunidad o en nosotros mismos, si no en qué procesos relacionales, comunitarios, subjetivos, terapéuticos y familiares, debe vivir con un “otro”, “consigo mismo” u “otros”, para que lo que estaba detenido, afectado o en “estado de trauma”, no sólo se recupere, si no que se supere y, con ello, se reanude un desarrollo, creando –incluso- nuevas dimensiones.
En este marco, ¿qué aspectos de la investigación se nos relevan como significativos para lograr el proceso de superación de la experiencia de un niño o niña víctima de alguna agresión sexual? La importancia del vínculo como “escenario relacional”; el buen trato y los factores no verbales; lo significativo que es para los niños que en el proceso también participen los padres; el valor del “motivo de consulta” para integrar la agresión sexual como parte de otras experiencias y el hablar “de lo que significó el hecho” con un otro significativo v/s hablar del hecho mismo como una develación.
¿Qué más nos dicen los niños? La trascendencia, para el proceso, de que los padres “denoten credibilidad y protección para ellos”; la relevancia de sus redes de apoyo, como son el colegio, sus amigos y el grupo de pares, y la escucha de la experiencia de otros en espacios grupales. Pareciera que los niños nos estuviesen diciendo que “sienten que han podido reforzar alguna dimensión de sí mismos, algo que antes no tenían”. ¿Se creó un nuevo aspecto? Es como si nos señalaran “algo” que surgió como una superación… ¿nos estarán hablando del concepto de resiliencia?
Uno de los aspectos más relevantes de la investigación, es que en sus narrativas los niños, niñas y adolescentes relacionan aspectos de la superación como un conjunto de experiencias que les han permitido crecer o reforzar aspectos de sí mismos. Por ende, dimensionan un precioso sentido de auto valoración, de ser mejores, de haber logrado algo que antes los vencía, de haberse creado “algo en ellos mismos” y de haber trascendido o ido más allá de la restitución de las secuelas o efectos de la agresión. ¿Qué es lo maravilloso de todo ello?, que en ese camino dan cabida a sus padres, a su comunidad, al buen trato de los profesionales, a la dignidad recibida y al modo en que han sido protegidos.
Boris Cyrulnik*. Neurólogo, psiquiatra y psicoanalista, profesor de la Universidad de Var, Francia.